Nuestra bolsa de valores vs Wall Street

Estamos acostumbrados a que cada año, al acercarse las fiestas de Rosh Hashaná y Yom Kipur, comenzamos a oír mensajes de reflexión que tomamos con la mejor intención de superarnos, pero que, al reiniciar la rutina de siempre, volvemos a olvidar. Esto se ha convertido para muchos en una práctica por sí misma. Sin embargo, es hora de romper ese ciclo para no quedarnos solamente con la “tradición de que hay que reflexionar en Rosh Hashaná” pero sin darle seguimiento a nuestros propósitos, sino hay que lograr una reflexión más consciente que nos lleve a hacer cambios reales en nuestra vida, y más aún hoy en día, ante la desintegración de los principios. Por esto, quisiera hacer un análogo que estamos muy familiarizados: las finanzas. Para comenzar, podríamos hacer un paralelismo entre los valores humanos y los valores bursátiles, que fluctúan según la especulación del mercado, sus tendencias y comportamiento. Somos propietarios y accionistas de una gran cantidad de recursos, y nuestro principal objetivo debe ser buscar la ampliación y solidez de nuestro capital. Todos sabemos que las fluctuaciones del mercado bursátil dependen de situaciones político-socioeconómicas, de ciclos que están muy lejos de nuestro control. Muchas veces nuestras acciones financieras dependen de un mercado inestable, o especulamos en esa ruleta rusa que es la bolsa de valores, corriendo el riesgo de perderlo todo.
Desafortunadamente, en muchas ocasiones permitimos que el manejo de nuestros valores humanos sea también controlado por el mismo comportamiento del mercado, o sea, seguimos por inercia las tendencias de conducta social; por ejemplo, si en el mundo se acepta y legaliza la homosexualidad, seguimos el modelo de la nueva conciencia social y tendemos a aceptarlo. Si es común abusar del alcohol o incluso de las drogas, también tendemos a aceptarlo con el argumento de que “no puedo exigir que mis hijos sean diferentes a sus amigos. Si todos lo hacen, ¿por qué mis hijos no?” Si es aceptado por la sociedad divorciarse por cualquier razón, sin luchar y hacer un esfuerzo suficiente para que las cosas funcionen en la pareja, ¿por qué yo si lo tuviera que hacer?

Si es común en nuestro medio que por estar tan ocupados con nuestra vida social permitimos que nuestros hijos sean educados por la televisión y otras personas, sin dedicarles la atención y el tiempo que les debemos dar como padres para formarlos dentro del marco de nuestros valores… ¿por qué yo tendría que sacrificar mi vida social?

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en los mercados bursátiles, nuestro capital de acciones y valores en realidad depende únicamente de nuestras decisiones. Es aquí cuando entra en acción nuestro insider trading (la utilización de información confidencial sobre un valor para obtener beneficios en el mercado), haciendo uso de la información privilegiada que D’os nos ha dado acerca de cuáles son realmente los valores productivos e inamovibles, puesto que no están sujetos a las fluctuaciones ni especulaciones en el mercado, a diferencia de los valores sociales, que se rigen y cambian según conviene a los intereses del momento de algunas personas o grupos, y que se basan en sus deseos, necesidades, etcétera.

Cuando nos dejamos llevar por los valores sociales, actuando sin conciencia y sin una base de valores sólida, nuestra esencia va cambiando, perdemos la sensibilidad hacia las actitudes negativas, y provocamos un vacío interno; entonces nuestro routing (sistema electrónico por el que se canaliza la información a un sistema central) que viaja directo de nuestras acciones físicas hacia nuestra esencia, impacta nuestra naturaleza, es decir, nuestras acciones forjan nuestra personalidad Por otra parte, así como existen inversiones que dejan pequeñas ganancias y otras que producen ganancias millonarias cuando una persona hace una buena acción obtiene un dividendo que sería equivalente a una pequeña ganancia.

Pero si invierte en los demás, si educa, ayuda, etcétera, entonces esos dividendos se multiplican, pues esa inversión sigue produciendo, y esos son méritos que se acreditan a esa primera: acción convirtiéndose finalmente en una ganancia millonaria. Por esto, hoy más que nunca tenemos la responsabilidad de darte la máxima importancia a la inversión en la educación y transmisión de nuestras tradiciones y valores, ya que somos testigos del desapego de las nuevas generaciones, y de la enorme devaluación de nuestros valores milenarios. Rosh Hashaná y Yom Kipur, como dos de introspección son el momento para reflexionar sobre esa información privilegiada de la que hablamos, para hacer un análisis fundamental de nuestras acciones e inversiones, y de hacer un balance y un Re-cuestionamiento sobre como invertimos nuestro más valioso capital: el tiempo.

Así como actualmente la inestabilidad financiera puede provocar muchas pérdidas en un capital, las tendencias sociales y la falta de conciencia en el sentido de nuestra vida pueden provocar que desperdiciemos y perdamos ese valioso capital, el tiempo en cosas superficiales. en vez de aprovecharlo y capitalizarlo. Se menciona en las fuentes talmúdicas que en Rosh Hashaná toda la humanidad pasa frente a D’os, uno por uno, haciendo hincapié en la responsabilidad particular que cada uno tiene por sus acciones, independientemente de responsabilidad colectiva. No hay avales que respondan por nosotros y tampoco podemos culpar a algún corredor, operador o analista, puesto que no somos depositarios de nuestras acciones, sino únicos responsables, No permitamos que este año continue la “tradición de la reflexión pasajera” actuemos ya, con acciones concretas: ayudando a necesitados, superando un defecto. influyendo positivamente en otros, cuidándonos de no herir susceptibilidades, controlando nuestros impulsos, educando e inculcando buenos principios. reestructurando nuestra escala de valores apegándonos más a nuestras raíces, siendo un buen ejemplo, logrando tener un buen nombre, marcándonos limites adecuados, siendo más humildes, resolviendo nuestras diferencias con los demás… Asi tendremos la gran satisfacción de ver que, aunque tengamos que nadar contra la corriente, nosotros y nuestros hijos vamos por la vida siguiendo valores reales. Ojalá que todo lo anterior pueda ser el camino para lograr un año de auténtica paz interior, felicidad armonía y superación.

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