Entrevista al Rabino

Cuénteme acerca de sus orígenes

Mis abuelos eran originarios de Siria. Mi abuelo paterno de Jalab (Alepo) y mi abuelo materno – de apellido Bissu  – de Sham (Damasco). Los dos emigraron a Argentina cuando eran jóvenes y ahí nacieron mis padres.

Mis dos abuelos fallecieron a temprana edad, por lo que mis abuelas se fueron abriendo camino; particularmente mi abuela materna que tenía una familia numerosa, sacó adelante a su familia ya que su esposo murió cuando nació su último hijo.

Fue justamente en su casa donde comenzó la Kehilá “Shuba Israel”, una de las primeras Comunidades ortodoxas de Argentina. En el patio de su casa se llevaron a cabo los primeros rezos de las fiestas mayores y posteriormente allí mismo se organizaron clases y todo tipo de actividades socio-religiosas. De hecho, en uno de aquellos encuentros se conocieron mis padres.

 

¿Cómo se constituye su familia?

Somos seis hermanos; cuatro hombres y dos mujeres. Yo soy el quinto. Nací el 26 de agosto de 1958.

 

¿Cómo eran sus padres?

Mi papá, Rab Elías Tobal, fue un hombre muy destacado en Argentina. Una persona sumamente activa que desempeñó un rol determinante en la Comunidad.

Cuando aún era joven – tendría unos 20 años –, se dio cuenta de la carencia de sentido religioso que impregnaba dentro de la colectividad, así que se unió al Rab Greenberg (a quien todos conocían como “el Ribbi”) para intentar organizar y estructurar un modelo religioso que contuviera a la Comunidad y marcara un camino de trascendencia.

En poco tiempo se convirtió en el guía espiritual y también en el Presidente de la Comunidad, un caso poco común. Desempeñó ambos roles por muchos años llevando una línea muy ortodoxa; era exigente y muy cuidadoso en todos los temas relacionados con la Halajá.

Bueno, no solo era estricto en lo referente a la Halajá… algo muy particular de él, -que realmente destacaba y que aún recuerdo y aprecio como una enseñanza de vida-, es que era igual de escrupuloso en las leyes del hombre hacia Dios como en las del hombre hacia el prójimo.

Era sumamente cuidadoso en lo que respecta a las relaciones humanas. Trataba con igual respeto a un líder importante que a un niño, a una mujer que a un anciano, a un judío que a un gentil. Cuidaba sus palabras y sus acciones para evitar hacer sentir mal o incomodar a alguien. Un hombre diplomático, sencillo. Podías darte cuenta de su nivel espiritual cuando observabas los pequeños detalles que tenía con las personas que lo rodeaban.

Estaba siempre al pendiente del bienestar de todos. En mi casa sonaba el teléfono todo el día y hasta las 12 de la noche de gente pidiendo consejos, consultando halajot, solicitando apoyo. Mi papá siempre estaba disponible para todos.

Fue un hombre muy querido y respetado por su Comunidad. Murió joven, a los 58 años, de cáncer. Recuerdo aún el día de su muerte, cómo lo acompañaron miles y miles de personas llenando las calles con profundo respeto y admiración.

Y mi mamá… un ángel, ella es como de otra dimensión. Una mujer muy dedicada a los demás, siempre buscando la manera de ayudar y de aportar. Puedes verla leyendo Tehilim muchas horas pidiendo por gente que muchas veces ni siquiera conoce pero sabe que tiene necesidad. Mi mamá no sabe qué es el egoísmo.

Acompañó a mi papá en su misión comunitaria siempre con una entrega incondicional y un corazón muy grande. Hoy en día reside en Israel, donde también viven mis dos hermanas con sus familias. Mis tres hermanos residen en Nueva York junto con sus esposas e hijos.

 

¿Cómo fue su infancia?

En el área religiosa, como ya mencioné, mi padre era muy estricto y yo crecí con esa educación. De joven viajé a Israel para estudiar en una Yeshivá que se llama Kol Yaakov; muy conocida, de alto nivel y de línea ultraortodoxa. Allí estudié seis años… mi formación fue muy rigurosa, religiosamente hablando.

Cuando comencé a estudiar más profundamente, me di cuenta que necesitaba emprender mi propia investigación buscando las fuentes y fundamentos de todas las prácticas y conocimientos que había aprendido y observado. Al hacerlo amplié mi visión y encontré mucho más sentido en conceptos que hasta entonces conocía superficialmente.

Me acerqué a las fuentes. Leí mucho, ahondé en el pensamiento de los grandes rabinos así como en el Talmud y el Shuljan Aruj. Me pasaba horas analizando los textos, indagando en las fuentes. Era muy autodidacta, en cierto modo considero que desde muy joven he sido un “investigador de la religión”.

De esa manera encontré respuestas a mis preguntas que me abrieron un panorama más claro de un judaísmo basado en fundamentos y argumentos sólidos.

Después de algunos años de estudio en Israel decidí regresar a Argentina por un tiempo y cuando iba de regreso, pasé por México para visitar a un amigo que se acababa de comprometer. Y esa corta visita a este país le dio un giro total a mi vida…

 

Platíqueme…

Pues resulta que aquí, en México, conocí a la que hoy es mi esposa, Gina. Ella es mi compañera y mi fuerza. Hemos crecido juntos y es la pieza fundamental en mi desarrollo como persona y como Rabino. Tenemos 38 años de casados y tres hijos. Dos mujeres y un hombre.

Cada uno de ellos es muy especial. Crecieron con una educación religiosa, pero con la visión enfocada en razonar y analizar todo con criterio amplio, para así practicar un Judaísmo con convicción y no solo por tradición.

Tienen valores, son inteligentes, de buen corazón y muy preparados tanto en el estudio de la Torá como en otras ciencias complementarias.

Mi hija Rina, la mayor, además de sus estudios religiosos, cursó la Licenciatura en diseño gráfico en Israel. Está casada con el Rabino Marcos Metta y es una mujer muy espiritual, dedicada a su familia y a desarrollar proyectos personales y comunitarios. Tiene seis hijos, cada uno con una personalidad única y original.

Mi hijo Elías, el segundo, estudió en la Yeshivá “Kol Tora” en Israel. Posteriormente se tituló como Ingeniero en Biomedicina, también en Israel. Actualmente trabaja como comerciante y dedica tiempo al estudio de la Torá. Imparte clases a jóvenes y es un hombre muy comprometido, con conocimientos en ciencia y en religión. Está casado con Alice Sitt y tienen 3 hijos, todos maravillosos.

Rossy, la menor, estudió en Inglaterra y en Israel, donde cursó diversos diplomados y adquirió conocimientos en muchas áreas. Además se ha preparado como Coach cuántica entre otros métodos. Yo digo que es una psicóloga innata; es una mujer muy sensible e intuitiva; sumamente espiritual, original y creativa. Tiene una hija de 6 años encantadora.

Me siento muy orgulloso de todos mis hijos, de cada uno como individuo y de sus logros profesionales y personales.

Y mis nietos… ¿qué te digo? Me derrito. Son lo más maravilloso que hay. Agradezco a Dios la bendición de ser abuelo de tan extraordinarios nietos.

 

¿Cómo se desarrolló su carrera como Rabino?

Cuando me vine a vivir a México, inmediatamente después de casarme comencé a dar clases en la Yeshiva Keter Torá, y un poco más tarde también en el Kolel Shuba Israel a los abrejim.

Posteriormente fungí varios años como Rabino en la Comunidad Maguen David. Mi función era atender a los deudos… pero como no tenía compromiso ni en Shabat ni en las fiestas religiosas (ya que no se atiende el luto en esos días), entré como Rabino a la Comunidad Monte Sinai parcialmente para Shabat y las fiestas. Así que estuve trabajando en ambas Comunidades durante algunos años.

Después de un tiempo, tanto la Comunidad Maguen David como Monte Sinai, me pidieron que entrara de tiempo completo. Me ofrecían un excelente puesto en ambas Comunidades. La verdad es que lo pensé mucho… basándome en mis ideales traté de premeditar dónde sería más útil.

En ese momento sentí que en la Comunidad Monte Sinai había más necesidad porque casi no tenían actividades de índole religiosa. Noté que había más margen para trabajar y con base en eso decidí entrar de lleno a Monte Sinai… y no me equivoqué.

Cuando entré, empecé a trabajar arduamente desde el primer día ¡Había mucho que hacer!

Para empezar comencé a organizar todo tipo de clases y actividades para jóvenes, hombres, mujeres, parejas… fomenté y apoyé el curso de Bat Mizva así como las pláticas prematrimoniales. Formé un comité que organizara clases de Torá para niños y adultos. Invité a Jacobo Mizrahi y muchas otras personas y juntos trabajamos con entrega total.

Fuimos creciendo progresivamente hasta llegar a lo que es hoy en día el maravilloso Talmud Torá Monte Sinai. Por la cantidad y calidad de las actividades y el número de personas que asisten a diario, puede ser considerado como uno de los mejores Talmud Torá que existen hoy en día.

Asimismo, me integré al comité de Prensa donde escribía regularmente tanto en el periódico como en la revista. Buscaba con aquellos artículos aclarar y fundamentar las prácticas que llevamos a cabo y desmitificar supersticiones.

También me involucré mucho en la escuela organizando todo tipo de actividades; conferencias, seminarios, pláticas… pronto me integre cono miembro del Patronato escolar, donde sigo participando actualmente.

En resumen: traté de involucrarme en todas las áreas donde creía que podía orientar y guiar siempre respetando y no imponiendo; educando y no regañando. Con sensibilidad y cariño.

Y sin duda, el reto más grande fue acercar a los jóvenes. Convocarlos era casi imposible; no mostraban interés y fue una tarea difícil atraerlos a las actividades.

Pensé mucho en una estrategia hasta que surgió la idea de que los acompañara al viaje de Israel que hacen todas las generaciones en 3º de secundaria. Fue un éxito total.

Ese plan casual, informal, amigable, permitió que la brecha entre los chavos y el Rabino se acortara y me fui ganando su confianza. Se formó una relación cercana y cariñosa lo cual me permitió acercarme más fácilmente, la relación se hizo más íntima y me preguntaban de todo… me permitieron conocer sus necesidades e inquietudes. Yo siempre me mostré abierto, sin juzgarlos y acompañándolos en su crecimiento.

Después de estos viajes, eran ellos quienes me buscaban a mí. Y fue así como comenzamos a organizar seminarios en las escuelas y actividades religiosas con mucho más participación.

Creo que ese es uno de los logros más grandes que he tenido en mi carrera. Aprendí que la educación informal tiene más éxito que la formal, que con paciencia y apertura se logran resultados más profundos y significativos y que si miras al individuo con respeto y cariño sin distancia por tu posición, te abren el corazón.

 

¿Cómo fue su relación con los Directivos y líderes comunitarios?

Honestamente, al principio que no nos conocíamos no fue tan sencillo. Tuve que esquivar muchas olas con paciencia y con visión, entendiendo que sería un proceso. Así, poco a poco, fui influyendo positivamente en la imagen que tenían de la religión y del religioso, y finalmente, con la ayuda de Dios, me fueron otorgando su apoyo y confianza y pudimos llevar a la Comunidad a un lugar mejor con firmeza y unión.

 

¿Cómo se preparó para tener las facultades de Rabino Principal?

La verdad, estudié muchísimo. Después viajé a Israel para titularme aprobando los exámenes ante el Rabinato Supremo y recibiendo el título de Rabino.

Estoy calificado para ser Moré Horaá, lo que significa que tengo la facultad de dictaminar una ley en base a los conocimientos adquiridos. Esto aplica en todas las áreas; Shabat, Pureza del hogar, Kashrut, Luto, etc.

Por lo general, no es necesario estudiar todos los temas para titularse como Rabino, pero comprendí que ser el Rabino Principal de una Comunidad es una responsabilidad tan grande que requiere del conocimiento en todas las áreas.

Fue difícil, porque sí son muchos detalles, pero decidí que esa preparación era indispensable para llevar bien mi papel; por eso estudié también para Shojet y Mohel. Cuando intenté aplicar mis conocimientos en el rastro y en los Brit Milot, me di cuenta que no iba con mi carácter…

Más adelante estudié para Sofer pero, sinceramente, no lo llevé a la práctica por falta de tiempo y vocación.

En la Comunidad Monte Sinai no teníamos Dayán (juez con facultad en divorcios), así que viajé nuevamente a Israel para adquirir ese conocimiento y las facultades para fungir como tal.

El título de Dayán calificado para hacer divorcios es el más difícil que existe en la carrera de Rabino ya que el hecho de llevar a cabo un divorcio es delicado y muy meticuloso, por lo que hay que conocer todos los detalles y las reglas a fondo.

Se requiere de muchísimo estudio para pasar los exámenes y demostrar conocimiento muy concreto en todos sus códigos. La verdad es que ponen muchas trabas para otorgar ese título y el reconocimiento del Rabinato Supremo. Gracias a Dios logré pasar los exámenes y obtener varios títulos de distintos Tribunales.

Es, sin duda, el título más importante que tengo en mi carrera.

 

¿Cuándo tomó el cargo de Rabino Principal? 

En el año 2007 en una Ceremonia muy emotiva me designaron como Rabino Principal de la Comunidad Monte Sinai. Desde ese día, he cumplido con esa responsabilidad hasta el día de hoy.

Este cargo es sumamente importante porque soy el responsable de marcar la línea religiosa en todos sus detalles. Me reúno periódicamente con todos los rabinos de Monte Sinai para asegurarme de que estamos en el mismo canal; que practicamos y enseñamos las mismas costumbres y lineamientos halájicos.

Y creo que en eso acertamos, porque, gracias a Dios, en la Comunidad Monte Sinai no tenemos confusión. Estamos todos en un camino muy claro que intento dirigir; se me consulta cualquier cosa referente a la parte religiosa y estoy enterado de lo que pasa.