Destino vs libre albedrío

Un hombre se casa con una mujer.

¿por destino o porque así lo eligió?

Un hombre muere asesinado por otro hombre…

¿por destino o porque así quiso el asesino?

Un pueblo vive una tragedia.

¿porque así estaba marcado su destino o por las circunstancias de ese momento?

Todo ser humano con sentido común llega a plantearse estas interrogantes en algún momento de su vida. Los fundamentalistas responden que todo sucede, invariablemente, porque así “estaba escrito”. Por su parte, la psicología moderna (tanto el psicoanálisis como el conductismo) explican que la conducta de un hombre está determinada por las circunstancias en las que creció, como respuesta a un estímulo; como efecto de una causa. Los liberales extremistas defienden la postura del libre albedrío hasta sus últimas consecuencias: el hombre es absolutamente responsable de sus actos y debe responder por ellos.

Nuestro judaísmo; nuestros textos sagrados y la filosofía judía en su conjunto han abordado el “conflicto” entre Destino y libre albedrío ampliamente, “conflicto”, pues ambos conceptos son reconocidos en toda su realidad.

La Torá prueba de manera contundente la existencia del libre albedrío: “pongo delante de vosotros hoy la vida y la muerte, lo bueno y lo malo…. y elegirás la vida” (Devarim VI 26) … – D´OS puso frente a nosotros el bien y el mal y nosotros tenemos derecho de elegir entre ambos. Y es precisamente porque el libre albedrío existe, la razón de ser de la justicia, es decir: el hombre debe responder por sus actos, justamente porque tiene la alternativa de cometer o no cometer un delito; si lo lleva a cabo, debe ser juzgado por haberlo hecho.

Por ejemplo; si un hombre roba, debe ser juzgado y condenado por haber robado, porque él fue quien eligió robar, aun sabiendo perfectamente que estaba haciendo mal. Si no tuviera Libre Albedro y decimos que robó porque ése era su destino, entonces no tendríamos por qué juzgarlo.

D´os nos dio preceptos que tenemos la obligación de cumplir. Si no tuviéramos el Libre Albedro, los preceptos no tendrían razón de ser, D´os habría destinado todo, de tal o cual manera. Pero no fue así. Nos prohíbe, por ejemplo, comer cerdo, precisamente porque tenemos la alternativa de comerlo. Si D´os nos llama, a través de los profetas a mejorar nuestras acciones -Teshubá – es porque el hombre puede o no responder a ese llamado y depende exclusiva- mente de su propia decisión.

Sin embargo, elegir; tomar un camino y rechazar otros, es un concepto que merece ser explicado, ya que, eligiendo, el hombre crece, madura y se perfecciona; eligiendo el hombre es hombre y se reconoce auténticamente libre; aunque esa elección, en libertad, puede resultar muy cuestionable, al menos en apariencia. Veamos algunos ejemplos:

Si un hombre que nació y creció en un barrio ortodoxo como MeáShearim, respeta Shabat…. ¿es por libre albedrío?, ¿es porque así lo eligió?, o ¿es porque así lo determinaron las circunstancias en las que creció?

Si alguien nos agrede, nosotros no lo vamos a matar por esa agresión; no porque estemos ejerciendo nuestro libre albedrío sino porque en nuestras acciones -porque así fuimos educados – no se contempla el asesinar a otros como una alternativa en nuestra conducta. Sin embargo, en otros sectores o sociedades el asesinar tal vez sí sea una conducta que se pueda elegir.

El hecho de ubicar al libre albedrío en realidades muy concretas nos permite definir que en la vida ocurren tres tipos de situaciones:

  1. a) Aquellas que son absolutamente determinadas por el destino: el lugar donde uno nace, la

familia a la que pertenece, la belleza, las capacidades o discapacidades, etc…

  1. b) Situaciones que, partiendo de ciertas circunstancias, de- penden del libre albedrío de la

persona. Ejemplo: qué comer o qué dejar de comer si tenemos una cierta gama de alimentos frente a nosotros.

  1. c) Situaciones en las que intervienen tanto el destino como el libre albedrío en combinación. y que son la enorme mayoría de las cosas que suceden.

Y es justamente aquí en donde la frase “ayúdate que D´os te ayudará” cobra todo su sentido: el destino existe, pero nosotros, como seres humanos, debemos buscarlo.

Como si un rey designara para sus súbditos cuánto vino le corresponde a cada quien, pero de ellos depende el hecho de ir a buscarlo, de encontrar el camino correcto y de llevar los recipientes adecuados para conservar el preciado líquido.

Esta pequeña analogía nos puede servir a los fines de este análisis. D´os destina “tanto sustento” -por poner algún ejemplo- para cada persona, pero depende de nosotros el hecho de ir a buscarlo, de seguir el camino adecuado, de administrarlo bien, etc., etc… Por lo tanto, el ser humano tiene la obligación de hacer todo lo que está a su alcance para “recibir” su destino. Y como no podemos saber qué recibiremos, no debemos dejar de hacer todo lo que podamos hacer.

Ahora bien, ya que el destino existe y que el libre albedrío es totalmente real, llegamos a la conclusión de que en casi todas nuestras acciones hay algo de circunstancial y algo de elección. Es decir; el hombre vive en ciertas circunstancias que le es imposible modificar, pero siempre le queda un margen en el que puede elegir y decidir su conducta. El hombre, a pesar de sus circunstancias puede encontrar un “porcentaje” de sus acciones en las que puede ejercer – como un derecho auténtico – su libre albedrío. Y es precisamente, en ese “porcentaje” de libre albedrío que tenemos, a través del cual nos es posible crecer y madurar como seres humanos. Es, en ese espacio de libertad, en medio de todas las circunstancias que nos rodean, en donde encontramos al verdadero hombre; al hombre que es hombre porque elige.

Sin embargo, ese espacio de elección libre que a veces es muy grande y otras muy pequeño, es diferente para cada quien. Y hablando en términos más profundos, podemos ya aclarar que ese “porcentaje” de libre albedrío, ese espacio para elegir es la “prueba” por la que tenemos que pasar en esta vida. Una “prueba” que D´os nos exige y que es diferente para cada individuo en circunstancias distintas. Pero eso tampoco podemos saberlo y nadie nos puede decir cuál es la “prueba”. Es Hashem quien lo determina y te- menos que estar muy conscientes de que no estamos calificados para decir quién es mejor o quién es peor en ese sentido pues no sabemos qué “prueba” le asignó D´os a cada quien.

Puede ser que un hombre nació en un hogar estrictamente ortodoxo, en donde el Shabat o el Kashrut son mitzvot ya superadas por él, y sin embargo D´os le designó una prueba tan específica que no la pudo cumplir. Y en con- traste, a un hombre nacido en un Régimen opresivo, en Rusia, por ejemplo, Sin ningún contacto con el judaísmo, le pidió una “prueba” mucho más sencilla y la pasó.

Es por esto que el Talmud nos dice que D´os exige a los tzadikim pruebas tan “finas como el grueso de un cabello”, ya que estos hombres deberán usar su libre albedrío en niveles muy altos, para poder elegir correctamente y continuar su “crecimiento”, porque los otros niveles ya los superaron.

En relación al destino del Pueblo Judío existe una diferencia importante si se compara con la definición del destino individual de la persona. En la Torá está claramente marcado el destino del Pueblo Judío, pero que se encuentra estrechamente ligado a su libre albedrío (sí, aunque suene contradictorio). Es decir; el Pueblo Judío tiene dos destinos y con sus acciones debe elegir entre uno y otro, como rezamos en el Shemá: “si sigues mi camino gozarás de la tierra de Israel… si eliges la idolatría, serás expulsado…”

Como dos trenes que corren por diferente vía y cada tren nos lleva a un destino diferente. Los destinos están determinados, pero depende del Pueblo Judío, de su libre albedrío, en qué tren decidirá viajar… y la voluntad del Pueblo Judío se define por la mayoría de sus integrantes. Es importante saber que la alternativa de cambiarnos de tren, a la mitad del viaje, existe. Podemos bajar de nuestro tren y pasar al otro… en ello estamos ejerciendo nuestro libre albedrío… y así, en la elección de cada judío se define la elección del Pueblo Judío en su conjunto, para llegar a su destino.

El hecho de entender los dos conceptos, reconocer la existencia incuestionable de ambos y aceptar que uno puede actuar sobre el otro, nos entrega una llave importante para responder a nuestras preguntas iniciales.

“¿Me casé con alguien, por destino o porque así lo elegí? En torno al matrimonio existen amplias y profundas explicaciones en cuanto a que el alma, cuando el ser humano se casa, se reunifica con su otra mitad; pero éste es un tema que merece ser tratado por separado. Sin embargo, para efectos de este artículo tomemos como principio que el matrimonio sí es una cuestión de destino; una situación predestinada por D´os… pero (un gran, pero) ese destino nadie puede conocerlo; nadie puede saber si la pareja destinada para nosotros es en el primer matrimonio o en un segundo matrimonio -en caso de divorcio- ni siquiera si esa pareja está con nosotros en esta vida. El Talmud explica que la pareja se destina a la persona 40 días antes de su nacimiento, pero ese destino, sin lugar a dudas es objeto de nuestro libre albedrío, podemos alterarlo, o bien, dejarlo pasar, en base a la elección libre de cada quien; aunque tarde o temprano ese destino se cumplirá.

Un hombre muere asesinado, ¿porque ése era su destino o por voluntad del asesino?

El hombre que murió tenía destinado morir ese día, pero el asesino utilizó su libre albedrío para matarlo; él eligió cometer un delito y debe ser castigado por el asesino podría no haber matado, pero con su abre albedrío así lo hizo y debe responder por sus actos.

Y bajo este mismo esquema podemos entender los sucesos históricos del Pueblo Judío. En el destino del Pueblo Judío estaba predicha la esclavitud, pero tue el Faraón quien, en las circunstancias de la época, decidió con su libre albedrío, someter al Pueblo Judío y convertirse en su opresor. Y precisamente por su libre decisión de someter a nuestro pueblo, el Faraón fue castigado con las diez plagas.

En líneas muy generales, éste es un primer acercamiento al tema del destino y el libre albedrío, que evidentemente no lo agota sino muy por el contrario, provoca el surgimiento de muchas nuevas preguntas. En el planteamiento de esas nuevas preguntas y en la búsqueda de respuestas todos podemos enriquecernos.

Pero nos debe quedar claro que, aunque el destino existe, el libre albedrío es una capacidad y un derecho con el cual manejamos nuestra vida y ese manejo debemos llevarlo a cabo con responsabilidad y con seriedad, pues en nuestra elección de cada día estamos eligiendo nuestro destino personal y el destino de nuestro pueblo.

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