La ciencia, redescubre lo ya descubierto ¿Fe ciega o racional?
Lo que simboliza Shavuot va más allá de una simple evocación, pues la entrega de la Torá ha sido para el pueblo de Israel, el equivalente de lo que correspondería al alma para el cuerpo.
La Torá nos fue entregada y desde entonces ha regido como “alma” del pueblo de Israel. Fue a partir de su entrega que verdaderamente nos constituimos como pueblo, independientemente de poseer una patria o de asentarnos en una tierra, puesto que ha sido la esencia de la Torá la que nos ha conformado como pueblo a través de la historia, a pesar de estar dispersos en todo el mundo y de las persecuciones que hemos sufrido. Así es como se explica el incomprensible secreto de nuestra continuada existencia.
En el año 2448 de la creación surgió una revolución cultural y moral universal: la entrega de la Torá simbolizó un antes y un después en el mundo la historia.
Antes de la entrega de la Torá no existía un código de principios ni valores como tal. Ha sido el “best seller” más vendido y respetado de la historia, incluso por quienes profesan otras religiones; sin embargo, hay quienes cuestionan su autenticidad u origen divino. Es importante saber que la Torá puede tolerar un análisis profundo y exhaustivo de su contenido, por lo que no es sólo fe lo que nos lleva a la conclusión absoluta de su veracidad.
Existen infinidad de pruebas determinantes sobre su origen divino, basadas tanto en conceptos científicos, como en hechos históricos y analíticos:
- Hay un precepto en la Torá que exige dejar descansar la tierra el año séptimo (shemita, año sabático): La misma Torá cuestiona y responde (vaikra, levítico 25-20) y si dirán: ¿qué comeremos el séptimo año, si no sembraremos ni cosecharemos nuestros cereales? y ordenaré mi bendición a ustedes en el año sexto y producirá cereal por los tres años” (se refiere al sexto, séptimo y octavo años, ya que si no sembraban el séptimo, no podrían cosechar el octavo) acaso si no fuera D’os quien lo indica, sino Moshé, ;se podría éste atrever a avalar que el sexto año la tierra triplicaría la producción? Además, era algo que se podía comprobar fácilmente o desmentir, ya que con que fracasara una sola vez, se hubiese desvirtuado la Torá completa y se hubiese interrumpido la tradición de su cumplimiento y nunca se hubiera transmitido hasta nosotros como algo verídico.
2. Se menciona en la Torá, que las señales para catalogar a un animal o bestia como kasher son dos: que este tenga pezuñas partidas y que además sea rumiante. Sin embargo, se enumeran en la Torá cuatro animales que cuentan con sólo una de esas dos señales y por lo tanto no son considerados kasher: el camello, el conejo y la liebre -que son rumian- tes, pero no tienen pezuñas partidas- y el cerdo, que por el contrario, tiene las pezuñas partidas pero no es rumiante. Surge la pregunta evidente: si se menciona que el animal debe cumplir con esos dos requisitos para ser kasher y estos cuatros no los cumplen, entonces ¿por qué los resalta, enumera y menciona que no son kasher? Se sobreentiende. A eso responde el Talmud: que la Torá los específica para darnos una información al margen y enseñarnos que solamente existen en el universo tres animales (el camello, el conejo y la liebre) con las características antes mencionadas que son rumiantes y no tienen las pezuñas partidas y solamente un animal, el cerdo, con las pezuñas partidas y no rumiante. Todos los demás animales -existentes o no- tienen ninguna de las dos cualidades o poseen las dos.
Algo similar nos enseña la Torá respecto a los peces; para que un pez pueda ser considerado kasher, debe tener escamas y aletas. Sin embargo, dice en el Talmud que todo pez que tiene escamas, con toda seguridad también tiene aletas, aunque puede que tenga aletas y no tenga escamas.
Aquí cabe el siguiente cuestionamiento: si la Torá, no hubiera sido dictada por D’os, ¿qué ser humano podría hace 3,318 años haber dado la información anterior? -con la certeza de que no existe un quinto animal que no cuente también con las características requeridas o un pez que tenga escamas y no tenga aletas-, si no existían en esa época los recursos necesarios para recorrer todo el mundo, investigar y confirmar lo anterior, y más aún, ¿por qué razón se expondría a dar una información susceptible a ser desenmascarada?
3. La Torá indica que todos los hombres adultos tenían la obligación de subir a Jerusalem tres veces al año, en ocasión de las tres festividades (Pesaj, Shavuot y Sucot). Esta práctica se efectuó durante muchos años en la época en que aún estaba en pie el Bet Hamikdash. Asimismo, la Torá garantiza que en esas ocasiones en las que los hombres marcharían al templo, nadie codiciaría sus tierras y nunca serían atacados sus mujeres e hijos durante su ausencia, aunque la lógica simple es que el enemigo aproveche la oportunidad para iniciar una guerra, asaltar y hacerse de sus posesiones o dañar a sus familias en ausencia de los hombres. Aquí cabe preguntar: ¿quién podría garantizar algo así más que D’os? pues un solo ataque terminaría con la credibilidad de esa garantía que promete la Torá y consecuentemente con la confianza del pueblo en ésta.
4. Encontramos en el Talmud datos muy precisos que anteriormente eran técnicamente imposibles de conocer y actualmente la ciencia ha corroborado, como por ejemplo: el tiempo exacto del ciclo de la luna, dice el Talmud: (Rosh Hashaná 25-1) “son 29 días, 12 horas y 793 partes que forma la cifra exacta de 29.53059 días”; los científicos y la NASA obtuvieron hace unos años esa misma cifra, pero por supuesto empleando los medios más avanzados de la ciencia y la tecnología.
Además, se han documentado datos similares -que resultarían difíciles de exponer en este espacio-, en ciencias tales como: biología, álgebra, botánica, anatomía, agronomía, antropología, astronomía, medicina, geografía, hidrología, psicología, metafísica, zoología, etimología, etc.
5. En el Zohar (tratado de vaikrá, pág.10-1, de hace 2,000 años) están escritos una serie de datos que hoy consideramos obvios, pero que en ese entonces era imposible conocer: “el universo da vueltas como una pelota (el mundo es redondo), unos viven arriba y otros abajo pero todos están parados (fuerza de gravedad), mientras en un lugar es de día en otro es de noche, y hay lugares en que es de día todo el tiempo, etc.?
También encontramos en el Talmud muchísima información científica, toda verificada hoy con los avances tecnológicos; como el desarrollo del feto, qué ocurre con él a los 40 días, a los 3 meses, etc., todo lo cual se ha corroborado actualmente por medio del ultrasonido.
Nos habla sobre cómo la abeja procesa la miel, que tiene dos estómagos y una serie de datos impresionantes sobre el funcionamiento de este pequeño insecto y de sus minúsculos órganos.
6. Se mencionan varias profecías, por ejemplo:
– Se indica que el Kotel nunca será destruido: en el transcurso de dos milenios de cautiverio, Jerusalem vivió muchas guerras y fue destruida y reconstruida no menos de nueve veces. Pero aunque la ciudad se encontraba en manos ajenas que quisieron borrar todo rastro de su esplendor, algo ha quedado en pie: el “Kotel Hamaaravi” que por milagro ha permanecido desde que se erigió, hasta el presente, como fue profetizado.
– Se profetizó que Babilonia (la antigua Babilonia, hoy Irak, donde era la capital del imperio) no será reconstruida jamás y así lo podemos constatar viendo todo Irak construido con excepción de lo que fue la capital de la antigua Babilonia que todavía se encuentra en ruinas.
– D’os pactó con Abraham que a su descendencia le será entregada la tierra de Israel, a cambio de que cumplan con el pacto del brit milá. Se profetizó que cuando el pueblo de Israel fuera expulsado de su tierra ningún otro pueblo podría habitarla con excepción de los árabes ya que estos también son de la descendencia de Abraham y cumplen con el brit milá (ellos lo llevan a cabo a los trece años), y así vimos cómo grandes imperios conquistaron la tierra de Israel (como los Otomanos, los británicos, etc.) pero nunca fue habitada por éstos sino solamente por árabes. Además, se profetizó que cuando éstos la habitaran la tierra no daría sus frutos (ya que ellos no cumplen adecuadamente el precepto del brit milá) hasta que regrese el pueblo de Israel, cuando volverá a florecer. Así vimos que ocurrió que cuando se estableció el Estado de Israel, cuando la tierra se transformó de totalmente árida a excesivamente productiva.
Hay muchas otras profecías sobre en la destrucción del Bet Hamikdash, la diáspora, etc., y todas ellas se han cumplido al pie de la letra.
7. Igualmente, existen pruebas arqueológicas que corroboran la historia descrita en la Torá, como por ejemplo:
– Los papiros de Ipuwer que se encontraron un texto de aproximadamente 17 páginas en muy buen estado), en Memphis, Egipto, en el año 1828. En ellos son descritas las diez plagas que D’os mandó durante la esclavitud de Egipto, relatadas por cronistas egipcios.
– En 1965, el francés Fernand Nevarra, recuperó tres fragmentos de madera incrustados en la capa de hielo de la cima de la montaña del monte Ararat, ubicado al este de Turquía. Esas maderas se dataron en por lo menos 5.000 años de antigüedad, lo que coincide con la afirmación de la Torá de que el arca de Noe se posó sobre dicho monte al término del diluvio.
Como éstos, existen sinfín de hallazgos arqueológicos que establecen la autenticidad de muchos hechos descritos en la Torá.
Asimismo, esto destaca la profundidad y la perfección de la Torá, desde la precisión del significado de las palabras de la lengua sagrada, hasta los códigos que se ha descubierto que contiene su texto.
Por lo tanto, ante el cuestionamiento sobre la autenticidad y origen divino, la lógica nos lleva a la conclusión de que Moshé, aun siendo un hombre destacado, no habría podido escribir la Torá tal como la conocemos, ni tampoco podría haber formulado sus leyes, pues se requería de un conocimiento profundo y absoluto, de una certeza imposible de tener en ese entonces, sobre la creación, las ciencias, la naturaleza, etc., y sus procesos para establecer con ecuanimidad dichas leyes.
Por otra parte, un análisis racional del texto de la Torá nos lleva a la conclusión de que si fuera Moshé el autor de la Torá no la habría escrito tal como la hemos recibido, ya que surgen muchos interrogatorios como son: probablemente de haberlo podido concluir por sí mismo, no habría decretado muchas de las leyes que encontramos en la Torá, como por ejemplo los Jukim (leyes sin una lógica aparente), cuando éstas podrían haber reducido su popularidad entre el pueblo. ¿Por qué habría de instituir leyes sin razón aparente, arriesgándose a perder popularidad ante un pueblo de por sí rebelde e impaciente? ¿Por qué habría asignado tanta importancia a las leyes relativas a Eretz Israel, una tierra en la que nunca entraría?; Por qué habría elegido a Yehoshua y no a sus propios hijos para sucederlo como dirigente?; Por qué habría negado a sus hermanos Levitas una porción permanente de la Tierra Santa?
Además de que no hubiera escrito sus errores, como el golpear la roca para obtener el agua que como consecuencia fue castigado a no entrar a la tierra de Israel, ni tampoco hubiera descrito defectos de su familia, como el hecho de que Aarón participó en la realización del becerro de oro, etc.
Estos factores, así como muchísimos otros, constituyen firmes pautas de que ni Moshé ni ningún otro ser humano escribió la Torá. Un ser humano no podría haber creado una obra que destaca por una precisión perfecta. Por lo tanto, sólo D’os podría haber concebido una Torá tan perfecta, que conserva sus aptitudes hasta el día de hoy.
Nota: Lo anterior son sólo algunos de los ejemplos sobre la gran cantidad de pruebas que demuestran el origen divino de la Torá.