¿Las vacunas vs. la religión?

En abril del 2019 los medios de comunicación reportaron sobre un brote de sarampión, el cual aparentemente fue detonado (al menos en parte) por la renuencia de algunos judíos de Brooklyn a vacunar a sus hijos, argumentando que “va en contra de la religión”. ¿Tiene esto algún sustento?  

Antes de responder a esta importante pregunta, permítanme presentar los hechos que se han suscitado. El resumen que a continuación comparto está basado en diversos reportes periodísticos.

A principios de abril 2019, la ciudad de Nueva York declaró una emergencia sanitaria debido a la epidemia de sarampión que se vive en la ciudad desde el pasado octubre, especialmente entre las comunidades judías ortodoxas que viven en Brooklyn. Entre los miembros de esta comunidad había venido circulando una publicación que animaba a la gente a no vacunarse, alertando que las vacunas “contienen ADN de mono, rata y cerdo”.

En contra de los criterios científicos y de la legalidad sanitaria, la comunidad de Brooklyn ha insistido en que “no hay mayor amenaza para la salud pública que las vacunas”, según un supuesto “manual de seguridad” sobre vacunas. Un reportaje del New York Times señaló que este “manual”, de 40 páginas, presenta advertencias falsas de que las vacunas causan autismo, entre otras.

Esta publicación se ha convertido en uno de los principales vehículos para la desinformación entre ciertos grupos ultra-ortodoxos judíos, incluidos algunas congregaciones jasídicas. Estos mensajes se comparten en chats y en redes sociales en estas comunidades. Pero además, el “manual” contiene cartas firmadas por rabinos, lo que ha contribuido a que se minimicen los peligros del sarampión y se cuestione la eficacia de las vacunas, contradiciendo el consenso científico de que las vacunas son generalmente seguras y altamente efectivas.

En un correo electrónico citado por el New York Times, el Sr. Moishe Kahan, editor colaborador de dicha revista, dice que “Las vacunas contienen ADN de mono, rata y cerdo, así como sangre de suero de vaca, todo lo cual está prohibido para el consumo de acuerdo con la ley dietética kosher“.

Ahora bien, respondiendo a la pregunta con la que inicia esta columna, debo afirmar categóricamente que cualquier acción que atente contra la salud, ya sea de una o varias personas, está completamente en contra de nuestra religión. La Torá indica claramente que estamos obligados a cuidar nuestra integridad física y la de los demás, y que tenemos terminantemente prohibido ponerla en peligro, por lo que queda muy claro que ante el riesgo de una epidemia (como es el mencionado caso de sarampión), es una obligación religiosa hacer todo lo necesario para combatirla… y en este caso, esto sería vacunarse.

Hablando específicamente del tema de la kashrut, uno de los puntos citados por Kahan como argumento en contra de la vacunación, debo decir que es la ignorancia la que da pie a este tipo de declaraciones; puesto que, acorde a la ley judía, no solo está permitido inyectarse una vacuna, aun cuando contenga ingredientes no kasher, sino que incluso está permitido INGERIR una capsula o tableta que contenga ingredientes que no son kasher, cuando ésta aporta cierto beneficio a nuestra salud. Y no solo estamos hablando de medicamentos, sino incluso podría ser una vitamina. Ingerirla no entra en la categoría de “comer”, ya que ésta solamente se traga y no se saborea (siendo que no tiene sabor agradable); es decir, no se está ingiriendo de la forma normal de comer, que sería masticando y saboreando. Por esto, este tipo de vitaminas, suplementos y medicamentos no entran en la prohibición de comer algo no kasher. Ya ni hablar de una vacuna, que no pasa en lo absoluto por la boca, por lo que no cabe la menor duda que no existe ninguna prohibición de usarla… Y más cuando se necesita para preservar la salud.

Además, hay que tomar en cuenta que tales declaraciones (de que las vacunas contienen ADN de mono, rata o cerdo) no están siquiera fundamentadas, como lo ha demostrado la Academia Americana de Pediatría, que ha publicado las especificaciones y composición de esta vacuna (y otras).

Y en cuanto al otro argumento, de que “la vacuna podría provocar autismo”, esto también ha sido desmentido por dicha academia, pues ha demostrado que no hay evidencia científica de que exista una conexión entre el timerosal (el ingrediente al que se achaca el desarrollo del autismo) y el autismo. Pero lo más incongruente es que la vacuna contra el sarampión ni siquiera contiene timerosal, de acuerdo con dicha autoridad pediátrica.

Y puesto que la mayor parte de la comunidad científica internacional apoya el uso de la vacunación como una forma efectiva para afrontar los brotes de enfermedades (logrando incluso erradicar muchas de ellas), como judíos tenemos la obligación de acatar dichos hábitos y actuar de manera responsable, tanto con los nuestros como con todos los que nos rodean.

El comportamiento de este grupo de personas, aun cuando sean o se presenten como rabinos, no representa el enfoque de la religión; y no es sino una minoría mal informada acerca de nuestras leyes y procedimientos.

Lo que sí debería de ocupar nuestra mente es la tarea de erradicar el jilul Hashem (la profanación de la imagen de la Torá), como lo que esto ha provocado alrededor del mundo. Algunas personas han generalizado dichas noticias diciendo que “quienes practican la religión están en contra de la ciencia, la salud o los avances tecnológicos”, lo cual es completamente falso y absurdo, al menos en el judaísmo.

Y no se diga de cómo esto repercute en términos de odio y racismo. Estas actitudes y negligencias para con la salud privada y pública son un acto de irresponsabilidad que están fomentando el de por sí ya alarmante índice de antisemitismo, lo cual podría derivar en resultados fatales.

La Torá considera la vida y la salud como la máxima prioridad, y cualquier iniciativa –ya sea colectiva o particular– que atente contra las mismas está considerada simplemente como una falta de conocimiento y de criterio. La religión judía no está en contra de la ciencia y la tecnología; por el contrario, éstas son herramientas válidas que incluso nos podrían ayudar a cumplir la práctica de la religión de la mejor forma posible.

 

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