Eres santificada para mi…
Sin lugar a dudas, la concepción judía de la pareja es bella, sagrada y al mismo tiempo muy humana. Cuando una pareja se encuentra en vísperas del matrimonio todo es emoción, alboroto y festejo… y esa misma concepción también define a la pareja en su realidad más íntima; cuando se encuentran a solas hombre y mujer.
En la actualidad es necesario que todos nosotros y, sobre todo, las parejas más jóvenes conozcamos lo que nuestro judaísmo dice al respecto. La información sobre la sexualidad resulta imprescindible porque hay tantos mensajes distorsionados “en la calle”, que cuando entablamos una relación con nuestro pro- pio cónyuge “con todas las de la ley”, tenemos el peligro de hacerlo cargados de mitos, tabúes y culpas. Entonces la relación ni es real, ni es plena; se encuentra viciada por tantos miedos que de esta manera el peligro inmediato es la infidelidad y, por ende, la desintegración de la familia.
Sabemos que este tema “no es muy cómodo” para el lector; pero el mundo de hoy nos exige respuestas claras que no tenemos por qué negar, porque además no encierran nada misterioso, oculto o complicado; muy por el contrario, las respuestas del judaísmo en torno a la sexualidad nos ofrecen una concepción tan bella, tan natural y tan humana como lo es la boda misma. Recordemos que no podemos hablar de una sociedad unida sin mencionar a la familia como la célula central de la sociedad y por lo tanto no podemos ignorar que es la pareja, el punto de partida, la base y la razón de ser de la familia.
En la actualidad, si existe un término difícil de definir, ése es “sexo”. Difícil, ya que hoy, una avasalladora mayoría de lo que se nos ofrece en cine, televisión y literatura contemporánea nos presentan el sexo como algo fácil, casual, instintivo, resultado inmediato de cualquier hombre con cualquier mujer, algo frívolo; muchas veces pervertido y otras tantas, como un simple vehículo para propósitos que nada tienen que ver con lo que es la relación íntima de una pareja. Por otro lado, vemos que la mayoría de las religiones occidentales interpretan el sexo como algo negativo, sucio y malo; para estas creencias el sexo es un pecado, un mal necesario en aras de la procreación. De hecho, dentro de esta línea de pensamiento una vida ejemplar y santa es una vida sin sexo y para otras culturas como la musulmana es necesario mutilar a la mujer en la pubertad, para evitar que tenga placer durante sus relaciones íntimas.
Aristóteles mismo interpretó el aparato humano de la reproducción y el sexo mismo como un elemento de vergüenza y degradación; como algo despreciable de la naturaleza humana.
Y como una paradoja muy curiosa del mundo moderno y a pesar de haber heredado todos esos conceptos negativos en torno a la sexualidad, ese mismo mundo hoy nos inunda de pornografía y de imágenes en relación al sexo lo cual, eso sí, lo que hace
El judaísmo por su parte interpreta la sexualidad en la pareja respetando profundamente la naturaleza humana con sus instintos y sus sentimientos; esa naturaleza que D-os creó y que por ello no puede ser ni mala ni despreciable. D-os no creó seres despreciables y por ello nos indicó que usemos nuestra sexualidad hacia el bien, para la procreación.
Pero ¡cuidado! no caigamos en el error de pensar que el sexo es nada más para la reproducción; es una parte integral para la vida en pareja y columna vertebral para el matrimonio y como tal debemos despojarla de mitos y prejuicios.
“Eres santificada para mí como mi legítima esposa.”. Cuando hombre y mujer contraen matrimonio hablamos de una unión santificada por el Creador en todo sentido, una relación limpia y pura de la cual surge una nueva familia y, en su interior Se reconoce la Presencia Divina. Esta concepción de la pareja se encuentra insinuada en el Kodesh Hakodashim-Santuario de los santuarios en el Arca Sagrada- en donde se encontraban esculpidas las imágenes de dos querubines, hombre y mujer. El Talmud, (tratado de Yomá54) nos relata que después de destruido el templo, al entrar los romanos al santuario, encontraron las figuras de los querubines entrelazadas: demostrando con eso que D-os no abandonó a su pueblo a pesar de la destrucción y lo expresó de esa manera, ya que, cómo lo dijimos lo considera algo sagrado. En esta interpretación se encuentran elementos cabalísticos.
Además de la mitzvá de la procreación; la relación sexual, natural, positiva y sublime es una
mitzvá por sí misma. Por supuesto (con la pareja, dentro del matrimonio y de mutuo acuerdo. El sexo no sólo se concibe como algo bueno, sino que además es una de las 613 mitzvot; de hecho, la Torá exige al hombre la obligación de hacer disfrutar a la mujer de la relación. Contrario a la posición del machismo que toma a la mujer como objeto para el hombre, el judaísmo prescribe que “alimento, vestido y sexo…. no le debe hacer falta”.
De hecho, en el Shulján Aruj se encuentra ampliamente detallado un reglamento al hombre el cual determina cómo, la condición física y emocional del hombre, son el criterio de la regularidad con la que el hombre debe cumplir sexualmente con su mujer. Por ejemplo, si un hombre goza de buena salud y su trabajo no le exige ningún esfuerzo físico y además su estado emocional es relajado, él tiene la obligación de tener relaciones íntimas con su esposa con mucha más frecuencia (obviamente si ella así lo quiere).
Por todo esto, tal vez está de más aclarar que, una pareja puede gozar de su sexualidad sin mitos, ni culpas, ni supersticiones carentes de fundamento. Mitos como el de tener una relación a través de una sábana; esto nada tiene que ver con las fuentes del judaísmo, con nuestras costumbres o con nuestra filosofía. De hecho, según la Cabalá, se recomienda que la pareja establezca contacto íntimo “sin tener nada en el cuerpo que cubra su desnudez”. Y esta recomendación tiene que ver con conceptos cabalísticos de que cuando las almas y los cuerpos se unen en forma tan estrecha, alcanzan un nivel en el que se encuentra con ellos la Presencia Divina…
Cada pareja puede gozar de su sexualidad; disfrutar de ese momento en que la unión de hombre y mujer se sublima en su sentido más universal y cada pareja, con un conocimiento profundo de uno hacia el otro puede encontrar Su
propio lenguaje corporal para alcanzar la satisfacción plena (como lo menciona el Rambam). Lo que no es permisible es el “terminar fuera”
Lo único que nos recomienda Maimónides en Alajot Isurei Bi’a cap. XXI-9 es no desviar nuestra conducta “de la normalidad y la costumbre del mundo”. De hecho y regresando al mito de la sábana, si uno de los miembros de la pareja lo exige, su uso es totalmente injustificado.
El Shulján Aruj explica esto en forma clara y contundente:
“Si uno de los cónyuges exige tener relación parcialmente vestido, se justifica el divorcio y si la mujer fue quien lo exigió el hombre ni siquiera está obligado a pagar la ketubá. Ya que esto se considera una desviación de la normalidad”
Pero, así como la Torá considera el sexo como algo positivo, de igual manera nos previene de no utilizarlo inadecuadamente y con esto nos referimos a cualquier recurso exterior a la pareja misma, o bien, al sexo como un mero acto físico instintivo equivalen- te al impulso animal, ya que el sexo es una expresión del amor auténtico que debe existir en la pareja.
Por todo lo expuesto en este artículo parecería contradictorio hablar de lo que es la Tebilá para la pareja, ya que ésta nos indica abstenernos del contacto sexual y más aún, físico, durante la menstruación y, después de ésta, siete días más (Nidá). Este periodo de abstinencia podríamos suponer que es una restricción a la sexualidad, pero en realidad es todo lo contrario; lo que nos hace es enriquecer y conservar el manejo del sexo y canalizarlo hacia nuestra pareja.
Existen un sinnúmero de estadísticas y estudios muy serios que prueban que la primera causa de infidelidad en la pareja es el “aburrimiento”. Los psicólogos y sexólogos de mayor prestigio han demostrado que cuando la pareja cae en una rutina íntima, es fácil caer en el aburrimiento y la insatisfacción; entonces uno de los cónyuges puede salir a buscar “fuera de casa” lo que ya no encuentra con su pareja. Por otro lado, “lo prohibido es lo que más se desea” y ésta es una consigna real y verdadera.
Es por ello que el judaísmo previene el aburrimiento de la pareja y prohíbe el contacto físico cuando la mujer está Nidá. Así, absteniéndose, el deseo crece… el deseo dentro del matrimonio que convierte cada noche de Tebilá en una anhelada noche de bodas.
Por otra parte, existe comúnmente la creencia de que el amor se manifiesta únicamente a través del sexo y que éste es, por excelencia la expresión del amor. Sin embargo, el amor auténtico y completo también puede y debe manifestarse de otras formas. Respetando el período de Nidá, los cónyuges están obligados a alimentar su relación de pareja prescindiendo del contacto físico, es como decir “expresa tu amor por mí con hechos, con actitudes, con palabras, con lo que quieras, pero sin tocarme”. Y en este renglón hablamos de alimentar la relación en su sentido más humano y más auténtico.
También debemos tener presente que la abstención durante la Nidá es un auténtico apoyo al autocontrol que todo hombre debe tener sobre sus instintos un autocontrol del cual no puede prescindir, ya que las tentaciones se encuentran siempre en cualquier lugar.
Finalmente debemos mencionar que la Mitzvá de la Tebilá refleja también la naturaleza misma de los seres que habitamos la Creación; es un hecho comprobado científicamente en estadísticas realizadas en comunidades ortodoxas, que el cáncer de matriz es mucho menos frecuente en mujeres que realizan Tebilá, en comparación con las que no cuidan esta Mitzvá.
Y en esta misma línea, así como cualquier herida que requiere de un tiempo para cerrar y quedar totalmente limpia, libre de contraer cualquier infección; así el periodo de Nidá, después de la menstruación se requiere de algunos días para que el contacto sexual sea fisiológicamente más seguro tanto para el hombre como para la mujer.
Las razones aquí expuestas que explican la mitzvá de la Tebilá, son ciertas y muy lógicas, aunque en realidad D-os no necesita justificarse con nosotros y con más razón si los resultados son tangibles. Los preceptos nos fueron dados para nuestro bien, igual que nuestra sexualidad y el adecuado manejo de nuestros fuegos interiores.
Los conceptos del judaísmo en torno al sexo no son secretos ni místicos. El sexo en la religión no es y jamás ha sido un tabú, siempre fue un tema muy abierto y conocerlo nos lleva a una relación más armónica y plena… nos despoja de miedos infundados. Miedos provocados por la ignorancia y por el propio temor de saber sobre eso que nos angustia; miedos e ignorancia que pueden causar daños irreversibles en el matrimonio.