¿Cuál es la postura de la Torá acerca de la eutanasia?

Como se ha venido difundiendo en distintos medios de comunicación desde hace ya varios años, en algunos países se ha estado debatiendo y legislando sobre el tema de la eutanasia. Algunos de estos países la han incluso aprobado. El argumento principal suele ser la idea de que los pacientes terminales tendrían derecho a una “muerte digna y sin dolor”, sobre todo para aquéllos que están pasando por severos momentos, y que son víctimas de sufrimientos terribles,  aparentemente sin ningún propósito. Por esto, debemos preguntarnos, como judíos, cuál es la postura de la Torá al respecto.

Primero que nada, debo aclarar que el contenido que aquí expongo es solamente de carácter informativo, y no debe utilizarse como referencia única para actuar ante una situación real. Cada caso debe analizarse detalladamente por separado, debido a que se trata de un tema muy delicado; estamos hablando, literalmente, de la facultad para decidir acerca de la vida humana, la cual, como sabemos, es sagrada en el judaísmo. Y es que debido a las diferentes circunstancias y características que cada escenario conlleva, debemos ser cautelosos y revisar con sumo cuidado antes de poder emitir cualquier dictamen y decisión sobre el mismo.

Comencemos diciendo que existen dos tipos de eutanasia: la eutanasia activa y la eutanasia pasiva.

La eutanasia activa es cuando realizamos una acción para acelerar la muerte de un enfermo terminal; por ejemplo, quitarle el alimento, el suero, el oxígeno, o directamente quitarle la vida ejecutando alguna acción para ello, como podría ser una inyección letal. Este tipo de eutanasia está terminantemente prohibida por nuestra sagrada Torá, y el hacerlo sería catalogado como cualquier otro asesinato. Para nosotros, no existe diferencia alguna entre asesinar a un niño que tiene toda una vida por delante, o matar a un individuo que se encuentra en sus últimos momentos de vida.

Por otro lado tenemos la eutanasia pasiva, que se da cuando, sin realizar alguna acción, dejamos que la naturaleza siga su curso y que sea la misma enfermedad la que termine con la vida del paciente, permaneciendo nosotros solamente como “espectadores pasivos” de lo que está ocurriendo con el enfermo, siempre y cuando -–y esto es importante– se le den los cuidados paliativos requeridos. Este tipo de eutanasia es un procedimiento aceptado por la mayoría de los legisladores rabínicos, y estaría permitido solamente cuando la enfermedad es terminal e irreversible y el paciente se encuentra padeciendo graves sufrimientos. En este tipo de casos, con el objetivo de evitar prolongar la agonía del enfermo, dejamos de intervenir y permitimos que D’os tome el asunto directamente en Sus manos.

Así, si por ejemplo un paciente con dichas características entrara en un paro respiratorio, no habría obligación de conectarlo a maquinas que lo mantengan con vida artificialmente, ya que el no conectarlo consistiría un comportamiento pasivo y serviría para evitarle sufrimientos innecesarios. Pero si dicho paciente ya está conectado a un respirador, no se le podría desconectar, ya que activamente estaríamos atentando contra su existencia, lo cual como ya explicamos, no está permitido.

Para manejar este tipo de situaciones de tal forma que no se llegue a violar la ley de la Torá, lo que se hace en algunos hospitales en Israel, es conectar desde un inicio las maquinas a un temporizador y volver a analizar la situación del enfermo cuando termine el lapso de tiempo estipulado; y si las condiciones son las anteriormente mencionadas, se podrá permanecer pasivo y evitar volver a activar el respirador cuando ya no haya nada que hacer por el paciente. De esta forma, la eutanasia sería siempre pasiva y no activa.

Cabe aclarar que si la enfermedad es curable, tenemos la obligación de hacer todo lo que esté en nuestras manos para que el enfermo pueda continuar viviendo, aunque esto implique que su futuro se vea afectado en su calidad de vida. Es decir, si por ejemplo la intervención médica para salvarle la vida causaría que el paciente viviera paralítico el resto de sus días, igual tendríamos que optar por salvarle la vida sin tomar en cuenta la discapacidad a la que se vería sometido en el futuro a causa del tratamiento.

Es importante comprender que si alguien tiene una penosa calidad de vida, no se considera causa suficiente para permitir la eutanasia, puesto que aunque no lo podamos comprender, dicha situación de dolor y malestar podría tener algún significado para la misión de su alma en este mundo, acorde al plan divino. Tenemos que estar conscientes de que no somos quiénes para interferir y cuestionar las decisiones de D’os, pues no tenemos la menor idea de las razones profundas de los sucesos.

No obstante, cuando un individuo presenta muerte cerebral (una condición totalmente irreversible), muchos legisladores rabínicos consideran a esta persona como si ya estuviese muerta, a pesar de contar con ayuda artificial para continuar respirando. En estos casos se permitiría inclusive desconectarlo de las maquinas. Aunque cabe aclarar que otros legisladores objetan y no concuerdan con esta postura, por lo que ante una situación de muerte cerebral, se debe preguntar a un rabino experto en la materia antes de tomar una decisión.

Finalmente, una aclaración importante al respecto de este último punto: la muerte cerebral se verifica cuando hay cero actividad del cerebro, por lo que la decisión rabínica mencionada en el párrafo anterior no aplica cuando el paciente está en estado vegetativo (pues aún hay algo de actividad cerebral); y menos cuando el paciente entra en un estado de coma (ya que el paciente puede despertar de la coma, incluso después de años).

De todos modos, como mencioné al principio de esta columna, no pretendo que este breve resumen sirva como guía para que se actúe acorde a ella sustituyendo la opinión de un rabino competente. Lo que aquí he expresado son solo algunos puntos básicos sobre un tema que es, en sí, muy vasto y complicado. Así que concluyo este texto enfatizando que es necesario ser cautelosos y revisar, junto con el médico y el rabino, cada caso en particular.

 

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