¿Somos un cuerpo con alma o un alma con cuerpo?

Mensaje para Fiestas Mayores 2011

Rosh Hashaná es el aniversario de la creación que en este año cumple 5772 años. Sin embargo, D’os comenzó la creación el 25 de Elul y no  el 1 de Tishri  que es cuando festejamos Rosh Hashaná. Surge entonces la pregunta, ¿por qué no se estableció festejar Rosh Hashana el 25 de Elul, fecha en la que comenzó la creación?

La razón de esto es que el objetivo principal de la creación fue precisamente la creación del ser humano y éste fue creado el 1 de Tishri. El resto del Universo no  es sino un marco para que la persona pueda cumplir con su misión en este mundo, por lo tanto ésta es la fecha más indicada como aniversario de la creación y el juicio a la humanidad. De igual manera, la esencia del hombre es la vida que D’os le dio y su cuerpo es el medio por el cual éste puede cumplir con el sentido de su creación.

E hizo D’os al hombre del polvo de la tierra y le exhaló en él, el alma de vida; y el hombre se transformó en un ser vivo.” (Bereshit 2:7….) D’os modeló al hombre y le dio forma. Luego insufló en él su espíritu y sólo entonces le dio vida, un alma. Al hacerlo, Él le dejó una parte de sí mismo, su chispa divina. Estamos acostumbrados a pensar que somos un cuerpo con vida, con alma, y no es así. Somos un alma que tiene cuerpo. La definición de vida que es utilizada por primera vez en la Torá no se refiere al cuerpo sino al alma que es eterna, la energía dentro de una vestimenta física.

Cuando se dice que D’os hizo al hombre a su imagen y semejanza, se está aludiendo a la parte que es la verdadera vida, el alma, y de ningún modo a la forma física. Es en el alma que el hombre tiene características de D’os como la capacidad de crear, pensar, tomar decisiones y ser inmortal.

De ahí vemos que el ser humano se rige por dos fuerzas: una es la tendencia a recibir, querer todo para él; ésta es una actitud egoísta que proviene del cuerpo, cuyo origen es la tierra. La otra es una tendencia a dar, ser generoso, satisfacer a los demás; esta actitud proviene del alma cuyo origen es D’os que tiene esas características.

En Rosh Hashaná recordamos la creación, cuando D’os le dio la vida al ser humano y hacemos conciencia de esto.

Dando ahora por entendido que somos un alma con cuerpo, y que es ésta la que realmente define la vida, planteemos una analogía para ilustrar cómo es que funcionan estas dos partes (cuerpo y alma) y cómo deben de interactuar para alcanzar el objetivo que tiene nuestra vida, según la visión de nuestra sagrada Torá.

El ser humano se puede comparar con un caballo y su jinete; el caballo como cuerpo y la mente como el jinete que guía al caballo. Si observamos la conducta del caballo sin el jinete vemos que éste se dedica a responder a las necesidades de su cuerpo, galopar, comer, dormir, ir tras de una yegua, etcétera. Cuando el caballo está con el jinete, que es la mente, éste le indica con las riendas lo que tiene que hacer; controla sus impulsos, le dice cuándo puede correr y cuándo caminar o detenerse. El caballo está al servicio del jinete. Ahora figurémonos un amo que sirve a su caballo. Un amo que literalmente vive para atender a su querido caballo. Lo cuida, le da de comer, lo baña, lo lleva adonde éste desea, lo consiente, hace hasta lo imposible por cumplirle sus caprichos y deseos. Muchas veces quisiera dedicarse a algo más, pero el caballo lo domina, así que su tiempo, energía y esfuerzo están enfocados a su preciado animal. Sería entonces un jinete al servicio de su caballo.

Así es cómo muchas veces permitimos que el cuerpo domine al alma y nos ponemos a disposición de sus deseos y pasiones. Invertimos la mayoría del tiempo a cuidarlo, vestirlo, mimarlo; lo llevamos de viaje, le ofrecemos diversión, lo alimentamos y dedicamos la mayoría de nuestro tiempo a buscar más recursos para darle más placeres. Estamos literalmente a disposición de nuestro caballo. De igual manera podríamos llegar a dedicar una gran parte de nuestro tiempo en una loca carrera de competencia para superar a los demás. Igual que el caballo, cuando ve correr a otro, quiere rebasarlo, aunque no tenga ningún objetivo.

Nuestro cuerpo fue creado para estar al servicio de nuestra alma; para llevarnos adonde queremos dirigirnos, con conciencia, y estar a disposición de nuestra mente, voluntad y objetivos. Pero esto no implica que no podamos tener placeres físicos ya que la Torá no solamente lo permite, sino que además nos indica satisfacer todas nuestras necesidades físicas. Tenemos la obligación de asearnos, de comer bien, de vestir adecuadamente, de gozar con la sexualidad, etcétera. La única restricción que nos pone  la Torá es el cómo, cuándo y dónde hacer las cosas, para así lograr un equilibrio y no dar rienda suelta a nuestros impulsos ni tampoco reprimir nuestras necesidades, sino dentro de un esquema que incluya la conciencia y también la elevación del espíritu.

Preguntémonos cada uno de nosotros y respondámonos con sinceridad ahora: ¿qué somos?, ¿un jinete con caballo o un caballo con jinete? ¿Somos un alma con cuerpo, o un cuerpo con alma?

Cuando este próximo Rosh Hashaná pidamos vida en tantas ocasiones dentro de nuestro rezo, tengamos conciencia de que la vida es eternidad, perpetuidad y permanencia. Pidamos vida para poder lograr nuestros objetivos. Enfoquemos nuestras peticiones en tener este próximo año la oportunidad y la capacidad de hacer buenas acciones, de crecer internamente, de aprender cosas nuevas, de expandir nuestra conciencia, de tener más cercanía con D’os, de obtener vida eterna. Por eso, cuando pedimos a D’os en estos días que nos dé vida, decimos “lemaanaj elokim jaim” (para servirte a ti que eres vida). Le pedimos vida para cumplir con nuestra misión en este mundo. Le pedimos salud y bienestar para estar en condiciones de servirlo a Él.

Pedir vida para el cuerpo y olvidar hacerlo para el alma, es una petición sin sentido, carente de todo significado.

El proceso de esta reflexión, conciencia, juicio y peticiones culmina en Yom Kipur.

En Yom Kipur hacemos el ejercicio de reafirmar todo lo que concientizamos en Rosh Hashana. Es el día en que proyectamos nuestra verdadera esencia, que es el alma. Dejamos al margen el cuerpo y todas sus necesidades incluso las más elementales como comer y beber y demás placeres mundanos y nos dedicamos sólo a la reflexión, rezar, fortalecer nuestra alma, al éxtasis espiritual. Vivimos una experiencia diferente y hacemos conciencia de que somos principalmente el alma, y así alcanzamos el nivel de los ángeles. Es por eso que recitamos la segunda estrofa del Shemá Israel (Baruj Shem kevod maljutó leolam vaed) en voz alta, como sólo los ángeles lo hacen. En ese día nos desconectamos del cuerpo aunque al término de Yom Kipur, volvemos a nuestra rutina diaria, dando prioridad al cuerpo. Entonces, nos preguntamos,  ¿tuvo sentido?

¡Claro que sí! La experiencia de Yom Kipur se compara con el viajero que se desvía del camino y se pierde. Está rodeado de una total oscuridad y no puede encontrar el camino. De repente aparece un relámpago que ilumina el campo por unos segundos y le permite ver por dónde va el sendero y retomarlo. Ese instante de luz es lo que le permitió encontrar el camino y reanudarlo. Yom Kipur es ese relámpago que nos ilumina, es esa luz que nos permite ver nuestra vida por unos instantes para proyectarnos hacia dónde queremos llevar nuestra existencia.

D’os nos dio la vida pero nosotros hemos limitado el concepto a lo terrenal. D’os nos dio la vida para vivir intensamente y cumplir con nuestra misión aquí en la tierra. D’os nos dio la vida para servirlo a Él.

En Rosh Hashaná acuérdate de quién eres, de cómo fuiste creado, de dónde provienes y en Yom Kipur vive esa experiencia espiritual plenamente.

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