¿Ser “religioso” es garantía de buen comportamiento?

En repetidas ocasiones nos hemos encontrado con noticias sobre acusaciones de presunta corrupción, escándalos de promiscuidad, abusos y estafas. Eso por sí mismo no me asombra, pues lo vemos en todos los países del mundo. Algunos de estos protagonistas son personas que dicen ser muy religiosas o cabalistas, o incluso rabinos. ¿No es esto contradictorio con los valores de la religión?

La respuesta es absoluta: no existe ninguna duda de que estas conductas son la antítesis misma de los valores de la religión y de nuestra Torá. Empecemos por ahí.

Ahora, quiero dejar claro que no forzosamente quien se denomine –o lo denominen- religioso o rabino, significa que en verdad represente este atributo. Particularmente, este título se gana con un comportamiento digno y ejemplar, y no con superficialidad y vestimenta externa. Y aprovecho para expresar un dicho personal, que considero muy real: hay muchos rabinos sin barba, y muchas barbas sin rabinos. Esto responde a una inquietud que mucha gente se cuestiona: ¿cómo puede ser que equis persona tan religiosa lleve sus negocios de manera deshonrada, o que  humille y haga daño a los demás? ¿Acaso eso lo permite la religión?

En primer lugar, la pregunta está mal formulada, porque al afirmar que esa persona es muy religiosa, implicaría que cuida los preceptos de la Torá; y si roba, humilla o estafa, por ejemplo, eso es la máxima evidencia de que no está cumpliendo con los preceptos de la Torá, y por lo tanto a dicha persona no se la puede llamar “religiosa”.

Tomemos en cuenta que la religión está compuesta de dos grupos de preceptos: del ser humano con D’os (Shabat, kashrut, etc), y del ser humano con su prójimo (no robar, no herir sentimientos, no engañar, no hablar mal, etc). Ahora, a diferencia de lo que muchos creen, generalmente, la violación de un precepto interpersonal está considerado de más gravedad que la violación de un precepto hacia D’os. ¿Por qué? Porque el primero implica una doble violación: hacia D’os, que es quien nos prohíbe cometer esa falta hacia el prójimo; y hacia el prójimo, a quien le estamos faltando. Cuando se viola un precepto del hombre con D’os, solo se está cometiendo una falta hacia Él. Y más aún, en las transgresiones interpersonales, en la mayoría de los casos, además se incurre en una tercera falta que es de las más graves del judaísmo, jilul Hashem, es decir, profanar el nombre de D’os dando una mala imagen.

Por lo tanto, así como la sociedad no le llama “religiosa” a una persona que no observa Shabat o que come alimentos no kasher, tampoco cabria llamar “religioso” a quien estafa, defrauda, humilla o abusa a los demás. Ya que, en ambos casos, esas personas están incumpliendo con los preceptos de la religión.

Aquí cabe hacer una importante aclaración. Hay una significativa diferencia entre quien sistemáticamente incurre en prácticas deplorables, y quien por lo general se esmera en cuidar las mitzvot de la Torá, pero que en ocasiones llega a cometer errores. En el primer caso, aunque se deje la barba larga y se haga llamar religioso o rabino, esa persona es falsa e impostora. En cambio, en el segundo caso, el error ocasional no desvirtúa ni cancela el mérito y el esfuerzo de una persona religiosa o incluso un rabino, ya que no por ser religioso o rabino éste se convierte en ángel. Como vemos en el Tanaj, el cual destaca los errores que cometieron desde el mismo Moshé Rabenu hasta el rey Shaúl, el rey David, o el rey Salomón, entre otros grandes personajes. Todos cometemos errores, y nuestros errores ocasionales son causados, por lo general, por nuestra condición humana de imperfección y debilidad. Solo que la persona auténtica, después de cometer un error, por lo general reflexiona y lo corrige. Para eso existe en la Torá la teshubá, o  arrepentimiento.

Es muy importante tomar en cuenta que los valores de nuestra sagrada Torá representan la máxima expresión de humanismo, compasión, bondad y respeto. En página tras página de toda nuestra literatura bíblica y rabínica encontramos modelos y enseñanzas de cómo un judío debe comportarse ante D’os y ante la sociedad. Quien no cumpla con estas admirables lecciones está actuando mal. Y no debemos caer en el error de confundir y descalificar a la religión misma, por los comportamientos de algunos, quienes sinceramente, dejan una imagen muy negativa y distorsionada de lo que realmente significa el ser judío.

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