¿Des–integración familiar?
El precepto de paz, Shalom, es esencial para la armonía del Universo. Sólo a través de un estado de paz se puede alcanzar la plenitud, tanto en el ámbito general como en el plano individual. El valor de la paz está considerado tan fundamental que incluso, si el caso lo requiriera, se podrían llegar a traspasar otros valores de igual importancia, como por ejemplo el de la verdad. Esto indica que el la paz va más allá de cualquier otro valor.
La misma idea universal de paz se traspasa al núcleo familiar al lograr el verdadero precepto de Shalom Bait, a través de un ambiente de unión, respeto y valores: paz en la pareja, paz en el hogar.
En el judaísmo el matrimonio se ha considerado como una institución sagrada. Desde los tiempos bíblicos se le ha visto como un convenio entre el hombre y la mujer que se unen, teniendo a D’os como tercer socio en su unión. De ahí que el término en hebreo para matrimonio sea Kidushin, santificación.
“Y creó D’os al hombre a su imagen, a imagen de D’os lo creó, varón y hembra los creó y les bendijo D’os y les dijo D’os: fructificaos y multiplicaos y henchid la tierra.” Bereshit 1:27-28
Este versículo aparece en la Torá aún antes de la creación de Havá (Eva), que aparece en el versículo Bereshit II: 21-25. Aunque pareciera un error cronológico, no lo es, en la Torá no hay errores u omisiones, todo tiene una razón de ser y una explicación.
Desde el momento en que D’os creó a Adam lo hizo integrando su condición de hombre y mujer en un sólo cuerpo y una sola alma. Posteriormente, con la creación de Havá, los separó en dos cuerpos y dos medias almas. Cabe preguntar entonces, si ésta fue la intención de D’os, ¿por qué no los creó desde un principio separados, como dos entes individuales?
La respuesta es que D’os quiso enseñarnos el modelo ideal al que debe aspirar la pareja: hombre y mujer fusionados. Cuando después los separó les indicó que con su libre albedrío lograran unirse, cuerpo y alma, para llegar a ser como el modelo original. A través de la unión sexual se fusionan sus cuerpos; a través del amor se fusionan sus almas.
Aún así nos seguimos preguntando: ¿Por qué D’os creó el concepto de la pareja? ¿Por qué la institución del matrimonio en la Torá? Para entender estas ideas tenemos que comprender el motivo en sí de la creación del ser humano.
Una de las razones principales de la Creación es la de dar al hombre la oportunidad de que, con su libre albedrío, pueda superarse y disfrutar del resultado de su esfuerzo como recompensa. Pongamos un ejemplo; cuando un individuo vive aislado y no tiene con quien pelear ni enfrentarse, no quiere decir que sea una persona pacífica. El verdadero trabajo de la paz está en la convivencia con los demás; se requiere de un verdadero esfuerzo para evitar conflictos y abstenerse de pelear, aún cuando se tenga la razón. Cuando, estando en compañía, el hombre logra la paz, experimenta el verdadero placer de lo que alcanzó por sí mismo.
Con esta idea podemos entender la razón por la que D’os creó al hombre y a la mujer e instituyó el matrimonio.
Únicamente viviendo en pareja el hombre puede complementarse y alcanzar su máxima superación. El vivir en pareja es un ejercicio constante de dar y recibir, de ceder unas veces y ser aceptado otras. Es una forma eterna de crecimiento espiritual donde se pone a prueba la capacidad de negociar, conciliar, tolerar y respetar; es lograr una relación honesta donde no haya espacio para el egoísmo.
En el Talmud se menciona en repetidas ocasiones la importancia de que el individuo no esté solo. En la opinión de nuestros sabios, al tener una pareja el individuo se perfecciona como tal. “Ningún hombre sin esposa ni una mujer sin esposo y ninguno de ellos sin D’os” (Bereshit Rabá 8:9). Esto resume el concepto judío del matrimonio. La verdadera vida judía está provista de valores espirituales que no pueden florecer sin el matrimonio.
Sí, vivir en pareja no es cosa fácil. No es suficiente que dos personas se encuentren, se enamoren y por consiguiente decidan casarse. Se trata de una decisión que debe tomarse con seriedad y frío cálculo. La elección de la pareja debe llevar la intención de superación personal para aspirar al modelo original.
La familia es el núcleo de la sociedad judía y el centro de su vida religiosa. Un hogar sólido donde reina un verdadero Shalom Bait va a generar hijos sanos y con bases consistentes para crear, en su momento, sus propias familias. Si el hogar es débil, emocional, moral y espiritualmente, también se reflejará en el desarrollo de los hijos.
Tristemente, en los últimos tiempos, se ha visto un aumento alarmante de divorcios en nuestra Comunidad. Las razones por las que esto está sucediendo son motivo para un estudio más profundo. Es un hecho la inestabilidad por la que están pasando algunas parejas actualmente. Lo que sí está claro es que se está viviendo una tremenda pérdida de valores. Nuestra máxima preocupación en estos momentos debe ser recuperar esos valores.
Por lo pronto quisiera mencionar algunas de las tantas recomendaciones que podrían ayudar para alcanzar el éxito en un matrimonio.
- El reconocimiento mutuo.- Agradecer y reconocer constantemente el esfuerzo del otro, ya sea con palabras o con acciones y detalles. No dar por hecho que lo que hace el otro es simplemente su obligación y por eso no viene al caso reconocerlo.
- No juzgar.- Cuando juzgamos un error o equivocación del otro lo hacemos desde nuestra propia interpretación, sin tomar en cuenta primero que quizá hubo alguna razón que lo llevara a esa equivocación.
- Respeto.- Respetar la integridad, individualidad y sentimientos de cada miembro de la familia.
Al finalizar el rezo de la Amidá, se retroceden tres pasos para decir “Osé Shalom Bimromav” (el que hace la paz en las alturas). Esto simboliza que para lograr la paz es a veces necesario dar unos pasos para atrás, renunciar a nuestros propios intereses o deseos. Quizá pueda ser un poco difícil de aceptar. Uno no siempre está dispuesto a ceder sus ideas sólo en nombre de Shalom Bait, pero vale la pena intentarlo, el resultado definitivamente es reconfortante y muy satisfactorio.
Con ello se lograría el mismísimo objetivo de la Creación.