¿Ser religioso y ser espiritual es diferente?
Si soy religioso, ¿eso significa que soy una persona espiritual?… Y si me considero una persona espiritual, ¿debo ser también religioso?
Como lo indica nuestra sagrada Torá, el ser humano fue creado por D’os combinando dos propiedades distintas, y en cierta medida, opuestas: lo corporal y lo espiritual. Y ambas partes requieren de nuestra atención. Así como el cuerpo humano requiere de cuidados, alimentación y un modo de vida saludable para mantener una existencia sana, el alma también necesita de ciertas medidas para alcanzar su óptimo nivel para explotar al máximo su potencial.
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de las “necesidades del alma”? En el judaísmo, este término hace alusión, por supuesto, a los preceptos entregados por D’os, conocidos como las mitzvot.
Ahora, en cuanto al éxito espiritual, este concepto es tan abstracto, sensible y sublime, que no puede alcanzarse de un día para el otro, ni tampoco con tanta facilidad. Y es por eso que el Eterno nos entregó un manual con las actividades, rituales y “ejercicios” que necesita nuestra alma para conseguir una espiritualidad autentica. Este manual es la Torá. En ella encontramos la verdadera espiritualidad que logra que nos conectemos con D’os, desde lo más profundo de nuestro ser.
Y es que nadie como el propio Creador del mundo conoce mejor al ser humano y a sus requerimientos. Los preceptos que nos entregó tienen como finalidad llevarnos al plano de la perfección, y al igual que como los alimentos nutren al cuerpo, los preceptos nutren al alma, llenándola de sentido y empujándola al crecimiento y a la superación constante
Sin embargo, las acciones y el cumplimiento de los preceptos no garantizan una vida espiritual por parte del que los lleva a cabo, y esto se debe a que, lamentablemente, en ocasiones podemos cumplir con los actos y los rituales a cabalidad y a detalle, y aun así estar lejos de conectarnos con nuestro lado espiritual. Las acciones en sí mismas pueden parecer completas, pero si se realizan de forma superficial, sin sentimiento y sin corazón, no nos llevarán al nivel espiritual anhelado; simplemente se quedarán como acciones realizados como hábitos y tradición, pero sin alma y sin contenido.
Es así como podemos conocer gente que recita las plegarias a diario y acude a la sinagoga tres veces al día, pero que está lejos -y por mucho- de estar espiritualmente conectada con su Creador. También habrá individuos que se coloquen el tefilín diariamente, más no pensarán en la esencia del acto realizado, y por ende perderán el beneficio completo que dicha acción podría otorgarles si tan solo se llevara a cabo no solo con el cuerpo, sino también con la mente y el alma.
Lo que quiero decir, es que si bien es cierto que la religión es la fuente para conseguir la verdadera espiritualidad, ésta no necesariamente se logra con practicar el ritual y los detalles externos de la práctica religiosa, puesto que solo aquél que se conecta con la esencia, el sentido y los valores verdaderos que conllevan la práctica religiosa, logrará una auténtica vida espiritual. Quien se enfoque en las acciones superficiales y estéticas será comparado con el que se queda con la cascara del fruto sin probar la dulzura del mismo. Los rituales son solamente el estuche, más hace falta el contenido que le ponemos a los actos al momento de hacerlos con el corazón.
En pocas palabras, diremos que la religión debe ir acompañada de espiritualidad y la espiritualidad debe ir acompañada de la religión para que podamos gozar plenamente de ambos conceptos, que en realidad son solo uno. No hace falta viajar a las lejanas montañas del Himalaya ni recorrer grandes distancias en lugares desconocidos para alcanzar la espiritualidad, solo hace falta seguir el manual que nos entregó el Todopoderoso cumpliendo con sus preceptos, pero siempre dándole a dichas acciones ese toque de sentimiento, de alma y de corazón.
Y por último, no debemos olvidar la otra cara de la moneda. Algunos seguramente se estarán preguntando: ¿puede obtenerse la espiritualidad sólo enfocándonos al sentimiento y a la esencia sin ninguna práctica?
La respuesta es “no”, en su plenitud.
Para entender mejor este último punto, podemos poner como ejemplo a dos personas que se nutren de forma distinta, una por medio de tabletas concentradas con vitaminas y nutrientes, y la otra mediante una dieta balanceada ingiriendo alimentos “reales”. Aunque el primero estaría cubriendo todos los nutrientes que requiere el cuerpo, ingiriendo las píldoras, nunca podrá comparar su experiencia con la del segundo, pues este último disfruta plenamente de todo el proceso de la alimentación. Disfrutar el sabor de la comida, masticarla, digerirla. De igual forma, el cumplimiento de los preceptos divinos representa el alimento del alma, y si bien la espiritualidad por sí misma serviría como nutriente de ésta, nunca sería lo mismo que si fusionamos esa espiritualidad con los lineamientos de la religión.
Recordemos que solo D’os, nuestro Creador, conoce mejor que nadie nuestras necesidades, y solo Él sabe cuáles son los canales correctos que nos llevan a la espiritualidad genuina y completa.