¿Por qué los judíos no contamos los años acorde a las fechas gregorianas, como el resto del mundo?

De hecho, la pregunta tendría que ser al revés: ¿por qué el mundo utiliza esa cuenta? El calendario gregoriano es una cuenta arbitraria, contada a partir de un suceso, conocido por todos. Aunque en realidad, podría haberse escogido cualquier otro suceso de la historia, y a partir de ahí llevar la cuenta de los años.

Pero nuestra cuenta, en el calendario hebreo, le da el sentido real a las fechas, pues representa la cuenta de los años desde la creación del primer ser humano, como está estipulado en nuestra Torá. Puede alguien no aceptar esta cuenta, pero por lo menos se basa en un documento al que podríamos definir como la única “acta de nacimiento del universo”. La Torá describe, con lujo de detalle, los primeros 2,500 años de historia humana, con fechas, nombres, lugares y crónicas. Ninguna otra cultura pretende precisar la edad del mundo como la nuestra.

Eso en cuanto a la cuenta de los años. Pero además, la Torá también acredita el origen de los días de la semana, y el hecho de que ésta está compuesta por siete días (y no ocho, o nueve, o  diez, por ejemplo). Por otra parte, la Torá también avala los ciclos de mes y el ciclo en sí del año. Estas nociones ya se dan por hechas en el mundo en general. Nadie las cuestiona. Si no fuera por la Torá, no conoceríamos el origen de éstas.

No obstante lo anterior, todos usamos las fechas gregorianas como referencias para fines prácticos, para documentos y demás; simplemente porque son las fechas usadas por el mundo en que vivimos. Aún que en Israel, se siguen utilizando las fechas hebreas, aunado a las fechas gregorianas para fines de validez y sintonía internacional.

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